Soy la hija contemplativa de mis padres
Una carta para las que crecimos viendo por la ventana cuando nuestros padres conducían.
En algún momento de mi adolescencia, aprendí a mirar de adentro hacia afuera. Un día que ya no recuerdo, mi padre manejaba y mi mamá iba a su lado en el lugar del copiloto. Tomé unos audífonos, me los puse y miré por la ventana. Me gustaba ver cómo las cosas perdían su forma y cómo la recuperaban si forzaba mis ojos a enfocarse. ¿Qué hay en el cielo además de cables que suben y bajan conforme avanzamos? Nunca veo pájaros. Algunos carros nos rebasan y puedo ver a las personas que van en ellos. Unos segundos donde soy parte del trayecto de alguien más. Aparentemente, vamos en la misma dirección, pero probablemente jamás los volveré a ver en mi vida. ¿Cuántas personas no han transitado así por nuestra vida?
–¡MICHELLE!
Mi nombre, en voz alta, traspasa las paredes de mi música y me regresa a donde estoy. “No deberías escuchar música en el auto. ¿No quieres platicar con nosotros?”. Mis hermanas, que van a mi lado, me miran expectantes. Yo era la única de la familia que no estaba participando en lo que sea que se estuviese discutiendo. Atiné a quitarme uno de los audífonos y a escucharlos. No dije nada; lo que hice fue mirar al frente, a los carros que habían rebasado al nuestro. No sé en qué momento empecé a preferir la compañía de mi música y mis libros que la de las personas a mi alrededor. Claro que disfruto platicar con mi familia y mis amigos, solo que he descubierto que mi versión más auténtica se encuentra en mi habitación, un espacio mío donde mis pensamientos pueden salir y hacerme compañía. Ahi crecen el entendimiento y la autenticidad.
Irónico que casi 10 años después, el internet, en su afán de nombrar las diferentes personalidades y estilos que todos tenemos, haya creado algo llamado “thought daughter”.
La primera vez que escuché este término fue cuando vi un TikTok al respecto. Si buscas en internet, la única referencia que hay sobre el origen de las hijas contemplativas proviene de TikTok. Según los diferentes videos, concluí que esta etiqueta se puede definir como una figura dentro de un círculo familiar que tiende a sobrepensar todo. Generalmente, es una persona introspectiva, que prefiere la soledad y tiene la capacidad de estar con sus pensamientos sin mucho esfuerzo o aparente necesidad de conexión con otros. Son profundamente sensibles y con frecuencia se sienten incomprendidas.
Está de más decir que, en cuanto leí y empecé a ver las publicaciones relacionadas a las hijas contemplativas (una traducción que me gustó más que “hijas pensantes”), inmediatamente me remonté a aquellos días donde leer en mi habitación y ver a través de la ventana del carro mientras escuchaba música por mis audífonos comenzó a ser entretenido para mí. Sin embargo, algo que me llamó la atención fue la forma en la que esta etiqueta creada por internet parece adquirir una tonalidad gris, una connotación triste que gira alrededor del aura de aquellas que también nos identificamos como las thought daughters.
¿Ser una thought daughter tiene que ser triste?
Para poder contestar, creo que primero es necesario entender de dónde viene esta tristeza. Muchas veces me he sentido abrumada por todo lo que pienso en el transcurso del día. Todo lo que puede salir bien, todo lo que puede salir mal. No fue una sorpresa cuando, de pronto, aquellos episodios donde me faltaba el aire y me daba insomnio fueron titulados “ataques de pánico”, muy propios de mi diagnóstico como persona ansiosa.
Soy la menor en un hogar donde mis hermanas me llevan 12 años y 9 años y medio, respectivamente. Ambas crecieron juntas y yo lo hice sin mucha compañia. Aunque a las dos las considero mis mejores amigas, claro que no es lo mismo crecer a su lado que con ellas. Entre ellas existe una complicidad, un entendimiento. Ambas transitan las etapas de la vida juntas: la universidad, los primeros novios, corazones rotos, matrimonios y ahora la maternidad. Hay un universo enorme donde yo me encuentro desplazada. A veces me asomo en aquellos territorios y, por más que lo intento, no encajo. Todavía no soy madre ni esposa. ¿Cómo se supone que voy a entenderlas si hablamos otro idioma que ellas olvidan con cada día que pasa?
No quisiera dar la impresión de que mi familia me hace a un lado. Muy por el contrario, soy la bebé de un hogar que siempre me cuida, protege y está para mí cuando lo necesito. El amor nunca me ha faltado pero aún así, hay algo ahí que me conmueve. Fui una niña que creció rodeada de la atención y del amor de adultos. Todos en diferentes etapas mientras yo intentaba alcanzarlos, extendiendo mi mano hacia ellos. Un constante recordatorio de que estoy a destiempo.
Conforme fui creciendo, me di cuenta de que esa misma soledad no significaba que no tuviese gente a mi alrededor. Siendo el ser extrovertido que soy, me encanta estar rodeada de personas. Me gusta conectar y hacer amistades donde sea que vaya. Poder ver un poco de mí y lo que quisiera ser en otros. Siempre puedo sentir algo dentro de mí removerse cuando mi propia batería social, que aparentemente es ilimitada por la energía que tengo, comienza a menguar. Necesito tiempo y espacio para ser sin prisas, a mi propio tiempo. Un lugar donde reposar el alma. ¿En qué momento me convertí en mi propio hogar?
Después de mucha contemplación, llegué a la conclusión de que puedo estar a solas conmigo misma y gustar de mi amor por las personas. Que es posible ser una hija contemplativa sin esa connotación trágica que la envuelve. Claro que ser alguien que siente todo demasiado tiene sus claras contraindicaciones. Cuando mi psicóloga me dijo que soy una persona altamente sensible, mi primera reacción fue de rechazo y entendimiento. Conforme fueron pasando las sesiones, entendí que tengo suerte de que sea así. Que ese es mi superpoder para estar aquí y poder escribir sobre cosas que están ahí, a simple vista, y que muchas veces ignoré. Que nací con unos lentes que me permiten ver más allá de las cosas bellas y trágicas. De transmutar lo triste en algo reconfortante. De sentirlo todo hasta que se desbordé en mis manos.
La sensibilidad de alguien que siente y piensa demasiado.
⋆。゚☁︎。⋆。 ゚☾ ゚。⋆
Este texto me costó un poco más sacarlo. No solo por ser bastante personal sino porque la vida ha estado demasiado loca últimamente. Mi papá estuvo una semana en el hospital, estoy en medio de una mudanza y entre todo eso, estoy escribiendo una novela. Por eso, si llegaste hasta aquí te agradezco tu lectura y tiempo.
Nos vemos la siguiente semana con otro texto, ¿va?
Te quiere mucho,
Michelle <3
¡Me hiciste identificar un montón! Mis hermanos también me llevan montones de años y conviví de esa manera en la que todo ocurrió a la distancia.
Yo amaba los viajes en carretera porque sí me dejaban ir con audífonos y me ponía a imaginar cosas mientras veía el bosque.
No creo que mi niñez haya sido triste, sino quizá... eso, contemplativa, ¿silenciosa quizá? Agradezco que compartieras esto, con todo y por lo que estás pasando. Te mando un abrazo a la distancia.
Me encanta esto que mencionas de tener diferentes idiomas con tu hermanas, siento que es una figura súper bonita ❤️🩹